Descripción
En la época comunista, el papel de seda se pasaba clandestinamente por la frontera, pero antes de que se creara el sendero polaco-checoslovaco de Solidaridad, en los años 80, solíamos venir aquí de vacaciones. Eran tiempos en los que todo estaba aún lleno de misterio e incertidumbre, pero Bielice ya tenía su propio encanto. Más tarde, cuando llegó el momento del "sí, quiero" sacramental y del "no te dejaré hasta que la muerte nos separe", empezó nuestra luna de miel a Bielice. Y a pesar de los años, aquí seguía siendo tranquilo, vacío y salvaje. Barani Wąwóz escondía las mejores fresas de todo el valle de Kłodzko. Por las tardes, después de recoger heno y darnos un refrescante baño bajo la cascada, pasábamos el tiempo soñando con lo que se podría construir aquí. Al final, tras ganar una partida de cartas, nos quedamos definitivamente con este lugar. En una carta a mamá de entonces, escribí que aquí, en Bielice, se levantaría algún día nuestra casa. Y así sucedió, veinte años después de nuestros primeros viajes a esta zona. Nuestra casa se convirtió no sólo en el comienzo de nuestra nueva vida, sino también en uno de los cimientos del agroturismo en Polonia. Hoy en día, todavía no hay otras casas visibles desde el desfiladero de Barani, y las ovejas pastan en la colina vecina, como si el tiempo se hubiera detenido. Estamos vinculados a Bielice desde 1977, cuando sobrevivimos a una inundación viviendo en una tienda de campaña. Tras la ley marcial, la historia nos arrojó por todo el mundo: de Seattle a Múnich. Pero, como suele ocurrir, la historia cerró el círculo y finalmente encontramos nuestro hogar aquí, en Bielice. Somos sociólogos, jardineros, recolectores de setas, esquiadores, comedores de perros y gatos, y Bielice, situada en el corazón de la frontera polaco-checa, se ha convertido en nuestro lugar en la tierra, el que nos conecta con nuestras raíces.